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Inauguramos la temporada. "La nieve artificial agota los recursos de las zonas de montaña"

Artículo de Carmen De Jong. Introducción y traducción de Bucéfalo

El artículo de Carmen de Jong, “La nieve artificial agota los recursos de las zonas de montaña”, traducido por nuestro compañero Bucéfalo, es un poco más largo de lo habitual en esta página, pero su lectura es imprescindible para las personas que quieran conocer argumentos distintos a los oficiales que nos venden la Sierra como mercancía inagotable. Con este artículo inauguramos, no la temporada de esquí, pero sí las reflexiones y debates sobre los bienes naturales de nuestra Granada, la forma de tratar éstos de nuestros gobernantes y la implicación de la ciudadanía en la defensa de otro modelo relacional con nuestro territorio.

Introducción

La estación de esquí de Sierra Nevada sigue ampliando su sistema de producción de nieve artificial. En el verano de 2014, por ejemplo, añadió 1.200 metros más de tuberías y 17 nuevos «puntos de fabricación» a la extensa red de canalización, embalsado, bombeo y presurización de agua ya existente y a los más de 300 cañones ya instalados. Lo cierto es que las estaciones de esquí llevan más de veinte años fabricando nieve alegremente, porque el suyo es un negocio muy serio, y nos hemos preguntado si no habría por ahí algún estudioso que nos pudiera explicar si esta práctica perjudica o no a ríos y montañas. Y hemos encontrado uno. Se llama Carmen De Jong, es una investigadora alemana especialista en hidrología de montaña y uno de los pocos científicos que, después de estudiar con rigor qué pasa con la nieve artificial, ha tenido la honradez de denunciar públicamente algunos de sus efectos más perjudiciales; denuncia que, dicho sea de paso, al dinero y sus servidores ejecutivos —dirigentes políticos, gestores de estaciones de esquí, rectores universitarios— no les pareció conveniente ni oportuna, por lo que, allá por 2010, se lanzaron al cuello de la señora De Jong en una cruda campaña de acoso de la que no sabemos si se habrá repuesto. Nosotros ofrecemos aquí un artículo suyo del año 2007. Redactado con voluntad divulgativa, expone sus argumentos en un lenguaje comedido y más bien árido, y con un espíritu no exento de la habitual confianza en la planificación y la economía. A pesar de lo cual, a lo mejor sirve para hacer ver cómo la nueva fe triunfante (la del dinero, el desarrollo, el futuro) sigue, como la vieja, moviendo montañas. Y secándolas, de paso.

Artículo de Carmen De Jong

Introducción y traducción de Bucéfalo

A medida que en las zonas de alta montaña suben las temperaturas, se retrasa la llegada de la nieve natural y disminuye su cantidad, las estaciones de esquí están recurriendo cada vez más a la producción de nieve artificial, lo que podría estar suponiendo una carga para las reservas de agua y los ecosistemas de unas zonas frágiles en las que la afluencia de turistas ya está forzando los recursos.

La fabricación de nieve artificial se lleva a cabo durante el otoño y el invierno, cuando las reservas de agua son limitadas, lo que supone un conflicto con el abastecimiento de agua de boca; y, por si fuera poco, en el proceso de producción de nieve en torno a un 30% del agua consumida se pierde para siempre a través de la evaporación.

Las cuencas de alta montaña cubren por lo general una superficie pequeña y se encuentran sobre zonas no saturadas, por lo que tanto las aguas superficiales como las subterráneas son escasas. En invierno, la pérdida de agua debida a la extracción y la evaporación tiene efectos inmediatos sobre estas reservas limitadas, sobre todo en cursos de montaña cuyo caudal se reduce entre un 40% y un 70% durante el invierno y que fácilmente pueden llegar a secarse.

A medida que las temperaturas vayan subiendo en las zonas de alta montaña, los productores de nieve artificial tendrán que hacer frente a temporadas de nieve cada vez más cortas, así como a lluvias —en lugar de nevadas— y deshielos imprevistos, tanto de nieve natural como de nieve artificial, tendencia que obligará a los productores a fabricar más y más nieve en una guerra perdida contra el calentamiento global. En el futuro, conforme vaya aumentando la presión económica del cambio climático y del turismo invernal, los municipios, las agencias del agua y las autoridades medioambientales tendrán que desarrollar planes integrales de gestión del agua y estudiar métodos alternativos y menos costosos para atraer al turismo de una manera que sea más armónica y que optimice los recursos naturales disponibles.

La mayoría de la gente cree que el agua que se extrae de la naturaleza para producir nieve artificial vuelve a ella en su totalidad, y da por sentado que la única diferencia con respecto a la formación de nieve natural es que el proceso artificial es más lento y el agua es devuelta un poco más tarde, por lo que no resulta perjudicial para la naturaleza. Semejante suposición es errónea desde un punto de vista científico, puesto que el solo hecho de ralentizar el ciclo del agua y concentrarla en superficie implica que por el camino se va a perder más agua de lo normal.

Es preciso diferenciar claramente entre el ciclo natural del agua y el ciclo alterado para la producción de nieve artificial. Mis propias estimaciones, basadas en la medición, durante un extenso periodo de tiempo, de la evaporación del agua, la evapotranspiración de las plantas y la sublimación de la nieve en los Alpes y el Alto Atlas marroquí, indican que aproximadamente un 30% del agua que se transforma en nieve artificial se pierde definitivamente para la zona en cuestión. El agua evaporada va a la atmósfera y, dependiendo de las condiciones atmosféricas, puede ir a parar a la cuenca más próxima o a otro país. Este cálculo de evaporación está confirmado por el Ministerio francés de Fomento, Transporte, Vivienda y Turismo, que reconoce pérdidas de un 30% de agua, y por la Agencia Francesa del Agua, que, en el cálculo de sus tarifas, contabiliza pérdidas de hasta un 50%. Se trata de pérdidas enormes con respecto a la cantidad de agua disponible en las subcuencas afectadas.

Estación de esquí de Sierra Nevada, temporada 2010-2011. Inicio de la innivación artificial de la pista del Río en el mes de octubre. (Nota: el río que da nombre a la pista desapareció allá por 1995, engullido por una gigantesca tubería.)

Nevadas más tardías

Además, la llegada de las primeras nieves se está retrasando. La nieve es cada vez menos habitual en diciembre, y puede retrasarse hasta enero o incluso hasta más tarde. Puesto que el momento de menor caudal coincide con el momento de mayor extracción para el turismo de invierno —los Alpes reciben alrededor de setenta millones de turistas— y con el punto de máxima producción de nieve, los ríos de montaña pueden perder prácticamente todo su caudal invernal y quedar virtualmente secos. Aunque los efectos acumulados río abajo en las cuencas más grandes pueden ser menos drásticos, los efectos a nivel local son considerables y pueden llegar a entrar en conflicto con el agua de boca y causar daños en los ecosistemas acuáticos.

La pérdida de agua asociada a la producción de nieve artificial en el conjunto de los Alpes equivale al consumo anual de agua de una ciudad de medio millón de habitantes o al caudal diario completo de uno de los grandes ríos alpinos. Aunque la nieve natural también se evapora y se sublima, buena parte de la nieve artificial se produce con aguas subterráneas y aguas embalsadas artificialmente en superficie, por lo que las pérdidas relacionadas con la nieve artificial son irreversibles.

Por su propia naturaleza, las áreas de captación de las zonas de alta montaña no almacenan ni producen agua en grandes cantidades, en especial durante el invierno. La hidrología de estas zonas es sumamente compleja, con grandes extensiones pedregosas bastante áridas en las que el agua corre bajo la superficie y está así protegida de la evaporación, justo al lado de zonas de estancamiento, tales como humedales y arroyos. Las aguas subterráneas son escasas, dado que los acuíferos están fragmentados y dispersos en multitud de pequeños nichos, por lo que pueden almacenar mucha menos agua que los grandes acuíferos porosos asociados normalmente a las zonas llanas.

En estas pequeñas subcuencas las escasas reservas de agua no pueden aguantar por mucho tiempo la demanda cada vez mayor de agua que conlleva la ampliación, en el tiempo y en el espacio, de la superficie innivada artificialmente. El agua se extrae de manera cada vez más constante de distintas fuentes —arroyos, pequeñas balsas de montaña, presas hidroeléctricas, aguas subterráneas, manantiales, redes de agua potable— y ha de ser transportada a distancias cada vez mayores para cubrir las necesidades de producción de nieve artificial. Este transporte incluye no sólo trasvases entre distintas cuencas, sino también bombeos desde las partes inferiores de la cuenca, donde el agua es más abundante, a las superiores.

Los efectos sobre las reservas de agua potable son más graves en los meses de enero y febrero, cuando la producción de nieve consume directamente estos recursos y la presión es particularmente alta debido al intenso turismo. En centros de montaña construidos sobre sistemas hidrogeológicos específicos, tales como los kársticos, ya se han dado los primeros conflictos entre el uso de agua potable y la producción de nieve artificial.

Todas estas prácticas relacionadas con la nieve artificial suponen un peligro a largo plazo, puesto que agostan las fuentes de agua que sirven de depósito para el invierno o la primavera, antes del deshielo, y desvían a la superficie flujos que de otro modo formarían un caudal intermedio subsuperficie. Trastocar de este modo el ciclo del agua provoca discontinuidades en el caudal y rompe los vínculos espaciales y temporales clásicos entre las aguas superficiales y las subterráneas.

Dado que el agua puede ser trasvasada de modo permanente a prácticamente cualquier lugar utilizando electricidad y redes de tuberías, y puesto que este proceso no está teniendo el suficiente seguimiento y control, la tendencia general en el futuro será hacia un aumento en el consumo de agua y energía eléctrica. Cada vez será más difícil obtener las cantidades crecientes de nieve artificial que los empresarios turísticos y de esquí se verán obligados a producir con temperaturas más altas, y esa nieve se derretirá cada vez más fácilmente. Ante este círculo vicioso, los productores de nieve se verán obligados a consumir más cantidades de agua, más y más energía y a cubrir costes de producción cada vez más elevados.

Cuanto mayor sea la cantidad de agua trasvasada a superficie, mayor será la evaporación en las condiciones de mayores temperatura y sequedad del futuro. La pérdida de agua debida a la evaporación de nieve artificial es el resultado acumulado 1) de llevar agua desde los acuíferos subterráneos a la superficie; 2) de construir embalses a gran altitud para almacenar agua destinada a la producción de nieve y de mantenerlos sin hielo durante el invierno; 3) de la cristalización de hielo durante la producción de nieve, y 4) de la acumulación de agua sobre la capa de nieve en cotas más bajas.

Los embalses situados en zonas altas se construyen con membranas de plástico impermeable y son grandes superficies artificiales de agua expuesta al sol y al aire, por lo que este agua tiende a calentarse y a evaporarse más fácilmente que las aguas de arroyos y zonas húmedas, que están protegidas por la vegetación y las rocas y están conectadas con las aguas subterráneas. Se estima que en este tipo de embalses se pierden varios centímetros de agua por evaporación a lo largo de la temporada.

Estación de esquí de Sierra Nevada. Construcción del segundo embalse de almacenamiento en la zona de Borreguiles (verano de 2010).

Producción de nieve

Durante la producción de nieve artificial, el agua congelada es expelida al aire a través de las mangueras a una altura de hasta diez metros. Esta pulverización en frío es lo que permite que los cristales de hielo más pesados se condensen y caigan en forma de nieve artificial al suelo, de modo que la evaporación forma parte del proceso y la pérdida de agua es inevitable a una altura donde la velocidad del viento es tres veces mayor que a nivel del suelo. Este proceso no es comparable a una nevada natural; es más parecido al riego, si bien es tres veces más exigente en términos de agua: consume hasta 4.700 metros cúbicos de agua por hectárea.

Además, puesto que la temperatura de la nieve artificial se acerca más al punto de congelación que la nieve natural, que está normalmente a −4º C, es habitual que se derrita y se vuelva a congelar a lo largo del día. El agua fundida resultante, que queda sobre la capa impermeable de nieve, es otra fuente ideal de evaporación. La pérdida directa de nieve en la atmósfera por sublimación a temperaturas bajo cero también tiende a aumentar en estas condiciones. No hay que olvidar que son precisamente estas adversas condiciones atmosféricas las que impiden en primer lugar que nieve, o que la nieve se conserve en una capa permanente.

La trayectoria del agua

Otro aspecto hidrológico que aún no se ha tenido en cuenta es la modificación de las trayectorias del agua provocada por las superficies de nieve artificial altamente impermeables, que se mantienen aproximadamente cuatro semanas más que las superficies circundantes de nieve natural o las que están libres de nieve. En estas altitudes, sometidas a la acción de la lluvia, el agua tiende a correr más sobre la superficie de las pistas de esquí cubiertas de nieve artificial que en las laderas desnudas, y existe una mayor probabilidad de que ello provoque una descarga intensa y rápida por la unión de escorrentías.

Estación de esquí de Sierra Nevada. Obras de instalación de tuberías para el suministro de los cañones de nieve artificial de la pista Universiada (verano de 2010).

Además, el tendido de tuberías para la canalización del agua altera las trayectorias hidrológicas de los flujos subsuperficie. Dado que las tuberías se instalan a favor de la pendiente, propiciarán un drenaje de agua preferente y más rápido. Los resultados de una investigación del Instituto Suizo para el Estudio de la Nieve y las Avalanchas muestran que el caudal descendente que se acumula en zonas innivadas artificialmente es aproximadamente un 30% mayor del que se crea en zonas libres de nieve, por lo que cuando el agua «es devuelta» a la naturaleza al final de la temporada, la descarga es más intensa —aun cuando para entonces se hayan perdido cantidades considerables de agua— y está obligada a ir en superficie.
Conforme las temperaturas vayan aumentando, los operadores de remontes y de zonas de esquí tendrán que hacer frente a costes más altos en la producción de nieve artificial. Para cubrir estos costes crecientes, los precios de los medios mecánicos tenderán a subir más allá de los niveles actuales. Si las temperaturas suben como está previsto, la producción de nieve puede convertirse muy pronto en una trampa para los inversores de la industria del esquí. Eso significa que es necesario un seguimiento y una regulación, así como un control de la expansión de las superficies de nieve artificial, además de una gestión integrada de cuencas que permita evitar conflictos por el agua. También es imprescindible un mejor conocimiento de los equilibrios hídricos de las zonas de montaña, así como una gestión del recurso. Y los gestores implicados en la industria turística y el esquí han de estar atentos a la rentabilidad de las infraestructuras de nieve artificial. En el futuro, serán imprescindibles análisis coste-beneficio que tengan en cuenta diversos escenarios para justificar correctamente futuras inversiones.

El artículo en inglés puede consultarse aquí: http://environmentalresearchweb.org/cws/article/opinion/30703

Por Veguita de Graná

El Domingo 29 de noviembre de 2015

Actualizado el 9 de febrero de 2024