Reportaje Paco Cáceres
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Nos hablaba Antonio del trigal que cultivaba junto al río Monachil, en lo que hoy son las cocheras de la Rober al final de la avenida de Dílar. La curiosidad me lleva a preguntarle por la fisonomía de esa Granada de hace algunas décadas. Pero antes quiero hacer una aclaración. Puede que alguien piense después de leer lo que se dice más abajo que hay un tufo que huele a inmovilidad, a romanticismo o a la idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor. No, no es eso. Las ciudades cambian, crecen, se mueven continuamente. No entender eso es no entender la vida, pero ¿no hay veces que crecen sin sentido común y atendiendo sólo al interés de unos pocos? ¿Podría haber crecido Granada hacia suelos más improductivos? ¿Podría haber preservado como bienes estratégicos gran parte de los ricos suelos de Vega, por lo que pudiera venir, para las futuras generaciones? ¿Pensaron los gobernantes en el futuro o en el corto plazo? Ese es el sentir del relato de Antonio y de mis propios comentarios y que resumimos en una pregunta; ¿pudo hacerse de otra manera?
Antonio nos pasea por un cachito del pasado reciente.
Yo he visto Granada como vega... y no hace tantos años. Por el Palacio de Deportes estaba el cortijo Jardín. Por allí había un carril que salía a la carretera de Ogíjares. Ahí había un campo de fútbol que se llamaba el Sánchez Herrera. Cerca cultivaba yo ocho marjales.
En lo que hoy es el Palacio de Congresos, de zagal, cogía papas, maíz... Allí estaba la huerta Toledo, lindaba con el callejón del Ángel. Esa huerta pillaba el palacio de Congresos, lo de los bomberos y todo eso. También estaba la huerta Escol, que tenía una tierra bueníísima. Cuando hicieron la Redonda atravesaron esta huerta entera y la huerta Toledo... ¡Qué árboles más buenos y grandes tenía esta huerta!
La acequia del Albaricoque llegaba hasta el Palacio de Quinta Alegre. Las aguas sobrantes de aquella cogían para abajo y haciendo curva venían a dar al río Genil, o iban a la acequia de El Zute para la otra parte de la Avenida Cervantes, donde hay unos edificios muy altos. Allí había cultivos. (Cuando le doy forma a lo que narra Antonio, recuerdo que me contó que el Nevada destruyó la acequia del Jacín. Eran los tiempos todopoderosos del ladrillo y aunque la comunidad de regantes pidió una indemnización, al final no cobraron ni un euro. Debajo del Nevada descansan mil irregularidades; entre ellas el cortarle el paso al Jacín).
En la Bola de Oro había dos cortijos de los Montoros y regaba con el Albaricoque también. Había uvas de embarque, alargadas, duras, de esas atravesadas. Eran muy buenas. En esa zona existía una realenga que iba desde las Piedras de San Francisco hasta Priego de Córdoba. Ya todo eso son casas, pero yo me acuerdo que donde está la pequeña torre junto al algarrobo, en esa rotonda que va para la Bola de Oro desde la avenida Cervantes, se dejaba el ganado para subirlo a la Sierra si iba a empezar el verano o para llevarlo para Priego si ya iba a entrar el invierno. Allí estaban los mayorales a caballo al cuidado de los toros. Sería allá por los años 45 a 60 del pasado siglo. Esa realenga bajaba por los Neveros, lo que hoy es la avenida Cervantes, tiraba para el Zaidín y seguía por lo que hoy es la Redonda abajo, bordeando Granada y ya tiraba para Priego de Córdoba... Me acuerdo de las primeras casas de la Redonda. Estábamos allí unos cuantos y decíamos; ¡Cucha que “peazo” de casas, algunas pillan diez marjales”. Esto me recuerda cuando empezaron las obras del metro por la Redonda o Camino de Ronda. Cuando veía la tierra que salía, tan negra, tan jugosa, tan rica... le decía a Pepe García, “se ha descubierto un tesoro. ¿Has visto la tierra que sale, Pepe? Un periodista de Granada se sorprendió porque salió un mata de papas... Lo raro sería que en esa tierra no creciera de todo en cuando cayeran cuatro gotas.
Antonio, y cuando ves todo esto, esos ricos campos enterrados, ¿qué sientes? No me gusta, porque todo eso se pudo hacer en otros sitios menos ricos, fíjate las casas que se podían haber hecho en la base de Armilla... Estas tierras tan ricas, que con un par de riegos tiraban para adelante. No entiendo como pudo pasar eso... A veces pienso que los que inventan esas cosas no tendrían que haber existido. ¡Hay que ver lo que hicieron con suelos que tenían tanta riqueza...! Masco las palabras de Antonio cuando las escribo. Bullen dentro de mí.. “Que no hubieran existido...” O que no hubieran tenido tanto poder. Granada, como tantas otras ciudades y territorios ha estado gobernada muchas veces por gente sin sensibilidad, sin tener la inteligencia acorde con la belleza de la ciudad y el entorno, con miradas cortas, muy cortas. ¡Y tan cortas! ¿Dónde están esos sabios que nos prometieron el oro y el moro años atrás, que nos hablaron de la gallina de los huevos de oro? Alguien me dirá que son los votos, las urnas... Creo que están en un error; la verdadera urna es aquella en la que se vota todos los días, y a la que nunca hemos tenido acceso los ciudadanos. Al final el dinero manda y nosotros,nuestros ríos, la Vega, Granada, somos las víctimas. Perdonad, lo tenía muy dentro y lo he soltado.
No todo es pasado. El presente nos aplasta; Antonio y yo acabamos hablando de los desahuciados, de la pobreza... ¿Cómo puede consentir un Gobierno que echen a la gente de sus casas? ¿Cómo...? No lo entiendo. Me han defraudado los políticos y no creo que vuelva a tropezar con una urna. Antonio masca el desencanto con los políticos, el mismo que me recorre a mí por los cuatro puntos cardinales de mi cuerpo. El verano pasado, cuando vinieron los de una ONG a por las papas que no quise vender a precios muy injustos, me contaban la situación de miseria que están viviendo muchas personas. Yo les dije, “por favor, no me contéis más. Después empiezo a darle vueltas a la cabeza y no duermo, lo paso mal. Pero, ¿cómo es posible que una persona no pueda comer habiendo tanto, tirándose tanto?
Cuando nos vamos a despedir, las últimas palabras giran en torno a la Vega. Tendríamos que hacer algo más, estamos un poco parados y eso no es bueno, si no tenemos en candelero a la vega, se la comen. Prometemos hablar de ello pronto, con unos vasicos de vino mosto delante de nosotros.
Refranero del mes de diciembre
– Diciembre es del año, el mes más anciano
– Diciembre es un viejo que arruga el pellejo
– Tras diciembre nebuloso viene enero polvoroso
– Lo indicado es que en diciembre haga frío y... ¡Quédese el calor para el estío!
– En diciembre hielos y nieve
– En diciembre, el pastor y el labriego, descuidan las ovejas y atizan el fuego.
– El mes de Pascua, se vive junto al ascua
– En diciembre, hielos y nieves, ladrillos de matanza y roscos de aguardiente.
– En diciembre, heladas y migas almorzadas.
– En diciembre, leña y duerme.
– En diciembre, no hay valiente que no tiemble
– En diciembre hielos y nieves, si quieres buen año al que viene.
– En diciembre sale el sol con tardura y poco dura.
– Diciembre, decembrina, hiere como culebrina.
– En diciembre, diente con diente.
– En diciembre la tierra duerme.
– En diciembre, día templado, es que viene soplado.
– Días de diciembre, es noche oscura, apenas amanece.
– Amanecer y anochecer, en diciembre son casi a la vez.
– En diciembre, cuatro horas de sol y el resto nubarrón.
– Por San Silvestre, la última fruta y la primera flor.
– En las frías noches de diciembre, si ves lucir la luna blanca, echa en la cama cobertor y manta.
– Cuando en diciembre mucho llueve, buen año el que viene.
– Diciembre tiritando, buen enero y mejor año.
– Cuando en diciembre veas nevar, ensancha el granero y el pajar.
– En no lloviendo en Nochebuena, no hay sementera buena.,
Si llueve en la Purísima Concepción, llueve en Carnaval, Semana Santa y Resurrección.
– Sembrar en noviembre y barbechar en diciembre
– Cuando el búho en diciembre canta o lluvia o templanza.
– En diciembre, como el tres, todo el mes.
– Niebla en diciembre, lluvia o solano viene.
– Diciembre caliente, trae el diablo en el vientre.
– Si después de otoño seco, llueve por Santa Bibiana; entonces llueve un mes y una semana.
– Cuando llueve por Santa Bibiana, llueve cuarenta días y una semana.
– Hacia Santa Lucía, la más larga noche y el más corto día.
– Un mes antes y otro después de Navidad, es el invierno de verdad.
– En diciembre se hielan las cañas y se asan las castañas.
– La nieve en diciembre es de hierro
– Ni en agosto caminar ni en diciembre navegar
– Por diciembre el trueno, anuncia año bueno.