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Las dos caras de la Vega de Granada

Los costes de su belleza

A partir de un diálogo con un agricultor, Paco Cáceres refleja dos formas de ver la Vega; la del paseante y la del trabajador de la tierra. El autor ve la necesidad de compaginar ambas miradas y de addquirir un compromiso para que los creadores de esa belleza puedan vivir dignamente del trabajo que realizan.

Dos miradas; unos ven la belleza, otros los problemas de la agricultura

Paco Cáceres. Miembro del Movimiento en Defensa de la Vega

Hace bastantes años, en uno de mis paseos por la acequia Tarramonta, entre los términos municipales de Armilla, Churriana y Granada, pasaba junto a un grupo de álamos alineados a lo largo de la acequia. Me pedía el cuerpo hacer una parada y me di el gusto; dejé la bicicleta a un lado y me senté al borde del agua que corría. Frente a mí, un inmenso maizal verde que se unía en el horizonte con un cielo azul. Ese paisaje, la luz, el rumor del agu , el frescor del lugar y algunos cantos de pájaros me dieron una paz veguera de la que suelo disfrutar en muchas ocasiones.

Transcurridos unos minutos pasó por allí un agricultor de mediana edad con botas de agua hasta arriba y azada al hombro. “Qué bella está la Vega. ¿Verdad?”, le dije para entablar conversación. “¡Ah! ¿Sí…? Pues mire usted, yo le vendo toda la que tengo”. Aquella respuesta me dejó frío y con cara de tonto. Me sentí ridículo, como si fuera un señorito. “Le da muchos problemas. ¿No?”, acerté a decir después del estacazo verbal. A partir de aquel momento el campesino empezó a desgranar gastos, incertidumbres, mercado injusto, beneficios cortos e inciertos… La cara que yo le veía a la Vega era bella; la que le veía él estaba llena de problemas. Salvando las enormes distancias, no tengo tierras y me siento comprometido con los agricultores, me acordé de los terratenientes andaluces de hace varias décadas, cuando se ponían orgullosos frente a sus campos perdiendo la vista en su gran extensión, sin tener en cuenta que lo que veían era fruto del trabajo de sol a sol de unos jornaleros que vivían en la opresión y la miseria.

Dos ciclistas pasean junto a la acequia Tarramonta

El encuentro con el agricultor fue una lección para mí quetuve muy en cuenta en mi compromiso con la Vega. Si queremos defender ésta, que se preserve como bien económico y patrimonial, tenemos que ver las dos caras y no darle de lado a la parte conflictiva. Aquí no vale lo de aquella viñeta de Quino, en la que Mafalda se muestra triste ante Susanita, la niña egoísta y conservadora, y ésta dándose la espalda le dice a aquella; “¡Eh! ¡Que yo soy amiga tuya, no de tus problemas!”

Belleza y problemas. La primera cara no puede lucir bien si no intenta por todos los medios resolver los problemas de la segunda cara: la agricultura. Narrar su belleza sin buscar soluciones es como un brindis al Sol, dejarla al pairo de los acontecimientos, que visto lo visto, ya sabemos cuáles pueden ser.

Surge una pregunta; ¿y los que no somos agricultores? ¿No tienen que ser ellos los que resuelvan sus problemas? Por supuesto, nosotros no podemos sustituirlos, pero hay que tener en cuenta que todos disfrutamos, aparte de los propios productos de la Vega, del paisaje, de un ambiente agradable, de un espacio que utilizamos para ocio; en suma, de su integralidad… Si queremos que eso perviva, aunque sea por egoísmo, tenemos que aportar nuestro granito de arena. De hecho, el movimiento en defensa de la Vega ha participado de lleno en las luchas en su defensa y ha contribuido a buscar soluciones a través de investigaciones, charlas y debates sobre las problemáticas de este suelo agrario.

Maizal con horizonte azul

La Vega es bella, pero para que pueda seguir siéndolo se han de buscar soluciones a los problemas que tiene una agricultura mal mirada por la economía, la política y, muchas veces, por la misma sociedad. Una agricultura que está mal administrada y es rehén de las multinacionales de los insumos y la distribución. Quizás la pregunta fundamental sea; Aparte de quejarse; ¿está el agricultor dispuesto a buscar soluciones? En sus manos está buscar nuevas formas de producir, de comercializar y de planificar que pasan por la necesidad de asociarse. No quiero adelantar acontecimientos, pero ya hay un grupo de agricultores profesionales, técnicos y personas del movimiento en defensa de la Vega que dan pasos en esa dirección. Ojalá llegue a buen puerto y se convierta en referente de otros agricultores.

En fin, la Vega tiene dos caras; la de los problemas la tienen que abordar los agricultores, pero los que no lo somos tenemos que contribuir a ello, entre otras cosas consumiendo productos de la Vega. Necesitamos juntar las dos caras; porque la Vega es más bella y justa cuando el que crea esa riqueza tan linda y que se come, puede vivir dignamente de su trabajo.

Por Veguita de Graná

El Martes 28 de enero de 2014

Actualizado el 28 de enero de 2014