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Acequiosclerosis.

Aunque la vida en las acequias va muriendo, todavía hay esperanza

José Antonio Sánchez Luján, autor de esta reflexión sobre las acequias, sostiene que éstas languidecen y van muriendo poco a poco, una tras otra. Una muerte lenta pero segura. Este gabirro, entre recuerdos de su juventud, nos cuenta cómo se hicieron las acequias y pinta momentos en que éstas tenían rica vida (cuando las comadrejas perseguían a los roedores) que contrastan con las “construcciones romanas convertidas en cloacas” de la actualidad. Pero las señales de vida que aún hay le dan esperanza a José Antonio, que cree que no todo está perdido si actuamos con inteligencia y aprendemos de los grandes artesanos, constructores de acequias.

Las acequias, vías acuáticas y de comunicación, langudecen

José Antonio Sánchez Luján. Geólogo

Los romanos iniciaron la construcción de estas arterias de vida y las gentes venidas del desierto las mejoraron, ampliando la vascularización hídrica de nuestra vega. Los gabirros (habitantes de Las Gabias) de antaño, mezcla de hispanorromanos, una pizca de bizantinos, otra de bárbaros venidos del norte y la savia nueva árabe y magrebí, supieron de la importancia del agua y de su aprovechamiento.

Algunas de estas acequias y ramales de riego aún conservan o conservaban su nombre arábigo: Mocatea, Algoroz, Arache, Andas, Alpolaca y Agramazón. Otras ya se castellanizaron o se nombraron de nuevo.
Aún conservo en la memoria mis tiempos de joven estudiante de bachillerato y, posteriormente de geología. Tiempos de otoños, inviernos y primaveras de duro estudio y veranos de duro trabajo cultivando el tabaco y maíz, que nos permitirían a mi hermano y a mí el pagarnos la carrera.

Todavía me parece escuchar las conversaciones de los regadores esperando su turno de riego

Cierro los ojos y veo en mis recuerdos los caminos de antaño: el Camino Hondo, el Camino de Machuchón, El del Lunes, los vergeles del pago del Arache y aún puedo oír el agua corriendo mansa entre la gramas de estas antiguas acequias. Todavía me parece escuchar las conversaciones de los regadores esperando la llegada del agua a la torna y empezar su turno de riego.

ramal de la acequia Alpolaca que enlaza con el ramal de Cúllar y el ramal del Molinillo

Entonces las acequias tenían vida, circulaba por ellas agua cristalina procedente de pozos y de la dula del Dílar o del barranco de las Andas. En ella bullía una fauna de insectos, arácnidos, moluscos, anfíbios, reptiles, aves y mamíferos, sostenida por un nivel trófico de productores muy variado en especies.

Las acequias mantenían la estructura constructiva anterior a la llegada de los Reyes Católicos

Las acequias eran a su vez vías acuáticas y vías de comunicación
Por aquella época, finales de los años 70, la década de los 80 y el primer lustro de los 90 del siglo pasado; las acequias mantenían la estructura constructiva de épocas anteriores a la llegada de los Reyes Católicos. Era una estructura sencilla, losas de arenisca del secano de Gabia tapizando el suelo de la acequia, y otras losas a modo de tabique en los flancos. Toda la estructura estaba sujeta por uno o dos terraplenes o balates de arcilla prensada. La parte superior del balate era aprovechada para habilitar veredas, por donde regadores y acequieros podían ir andando y en ocasiones, acompañados de una bestia de carga. Las acequias eran a su vez, vías acuáticas y vías de comunicación.

Los huecos entre cobijas de piedra permitían la comunicación hídrica entre las acequias y el acuífero de la vega y viceversa, en aquellos lugares dónde rezumaba el agua en forma de manantial. Eso ocurría en el paraje de la Alpolaca, lugar por donde pasaba esta acequia.

Las comadrejas ya no persiguen a los roedores

Hoy en día apenas si existen este tipo de acequias tradicionales. Han sido sustituidas por acequias de tubos de PVC o de hormigón. La otrora rica vegetación ha desaparecido. La diversidad de vegetales, primero se vio mermada por el abuso de herbicidas, quedando reducida a equisetos. Después el entubamiento sólo permite el crecimiento de cardos.
La ranita de San Antonio meridional es imposible de ver, las comadrejas ya no persiguen a los roedores ni a los conejos por los balates. Hace años que no veo las camisas de las culebras de escalera.

En la foto se ven filamentos de algas que crecen cuando el agua es pobre en oxígeno y rica en materia orgánica. A pesar de todo hay ranas

Una obra de ingeniería romana que hoy es la cloaca

Por las acequias ya no circula el agua limpia de la sierra. El municipio vierte sus aguas fecales a la Alpolaca y a la primigenia acequia procedente del azud de las Andas y que desde el Pago Seco recorre las entrañas de Gabia la Grande por calles en las que, sus nuevos vecinos, desconocen que por allí pasa una obra de ingeniería romana y que ahora es la cloaca a la que vierten sus aguas fecales. Esta acequia, a la que se le une la de la carretera de Gabia Chica, ve de nuevo la luz en las inmediaciones de la villa romana del Baptisterio y riega el histórico paraje (también destrozado por la ignorancia) de las Viñas, en el paraje de Algoroz.

A pesar de todo, la vida es pertinaz y se rebela contra su extinción. En un ramal, el de las fotografías, las ranas siguen saltando a la corriente cuando te acercas a ellas. No se sabe cómo pueden vivir en estas aguas medio podridas (se pueden ver las algas testigo de la alta demanda de oxígeno que éstas necesitan) pero viven. Quizás el secreto esté en que este ramal todavía conserva, aunque muy deteriorada, su fábrica original, tal y como las construyeron romanos e hispanomusulmanes.

Pero hay esperanza, es posible recuperar las acequias

Pero hoy, aún hay esperanza

Todo esto nos indica que aún hay esperanza, que si somos inteligentes, deberíamos aprender de los grandes artesanos, constructores de acequias. Volver a lo tradicional, cuidar y reparar los ramales deteriorados y exigir a los responsables el diseño y puesta en marcha de un sistema de evacuación de aguas pluviales y fecales que no vaya a parar directamente a las acequias y sí a una EDAR, que por supuesto, la Junta de Adalucía nos cobra por su construcción, pero, que ni tan siquiera tiene el solar adquirido.

No obstante, nada de esto será posible si no se cambia el modelo productivo actual de la Vega. Al día de hoy, casi desaparecido el cultivo de tabaco, extinguido el de ajos, patatas y remolacha, la tendencia actual es el del monocultivo de maíz, cada vez más patente dirigido por las multinacionales de lo transgénico.

Hay que buscar una salida que sea rentable y atractiva para que nuevos agricultores busquen su futuro económico en este bien renovable, fuente otrora de riqueza y bienestar. Habría que plantearse el cultivo ecológico mediante un asesoramiento por parte de las autoridades, que bien harían en servir al pueblo, del que emana su poder y no el de las multinacionales, aunque de ellas emane su corruptela.

Por Veguita de Graná

El Domingo 23 de noviembre de 2014

Actualizado el 23 de noviembre de 2014