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Quise hacerte un regalo

Busqué, busque, busqué...

No sé si te gustará este regalo. Te aseguro que no lo tomé de ningún estante de los muchos que hay en las grandes superficies. De adentro, del corazón me salió. De adentro y de los enormes deseos que trato de hacer realidad con otras muchas personas, entre ellas tú; un mundo humano y en perfecta armonía con la naturaleza. En estas fechas de sonrisas televisivas huecas, busqué un regalo pensado para ti… No sé si acerté.

Nos desviaron del camino haciéndonos yonkis del consumo. Enfrentaron nuestros deseos de“ser” y “tener” (¡cuanto nos enseñó Fromn!), pero venció el capitalismo con sus potentes armas. hHoy “todos nuestros deseos de felicidad acaban en una tienda” (Bauman). Miles de estantes repletos de cosas, de distintos colores, tamaños, presencia y precios le dan sentido a nuestra vida. El mundo es una gran tienda. ¿Puede ser de otra manera?. “Hay que humanizar la humanidad”, decía Casaldáliga. También afirmaba. "Hay que mundializar la esperanza". Es parte del camino hacia la otra manera.

En estas fechas de regalos, yo te quiero hacer uno, lo escribí hace mucho tiempo, pero tiene más actualidad que cuando lo parí. Lo envié a amigos de hace muchos años, pero como a lo largo del tiempo he labrado nuevas amistades, me animo a publicarlo de nuevo. Para unos y para otros... Termino. A todos. Buenos días estos que entrelazarann un año con otro, un ciclo de la naturaleza con otro, de creencias y familiaridad para parte de la sociedad. Y buenos días todos los del año. Abrazos.

Por el camino

QUISE HACERTE UN REGALO

Paco Cáceres veguitadegrana@gmail.com

Las fotos son regalitos

Cuando ya olía a fiesta me acordé de ti y quise hacerte un regalo; un rico regalo que se saliera del secuestro consumista propio de estas fiestas. Le di vueltas y vueltas a la cabeza; quería encontrar el regalo ideal.

Me acordé de algunos sabios que sostenían que el agua es la mayor riqueza; sin ella acaba irremediablemente la vida. Pensé que sería bonito regalar ese milagro que nos mantiene. Tracé mi plan; subiría a Sierra Nevada y llenaría botellas de agua pura de las alturas. Estaba contento con mi idea. Hacía buen tiempo, subiría al otro día. Gozoso con mi descubrimiento, busqué botellas vacías y dormí plácidamente. Me despertó una mañana espléndida, me puse ropa de abrigo y mis botas de montaña y... de pronto se me heló la sonrisa. No llegué a salir. .. ¿Qué pensarías si asomara con una botella llena de agua como regalo? ¡Con las de Lanjarón y Solán de Cabras que hay en Carrefour!

El agua es vida

Seguí pensando y pensando... ¡El aire! ¡El aire es la mayor de las riquezas! Cada segundo debemos respirarlo. ¡Y ese no lo venden en los supermercados! Y tuve la idea; subir a la montaña más arbolada y más alejada de la civilización y coger aire puro para regalártelo. ¡Cómo lo agradecerían tus pulmones, tu corazón, tu sangre, tus células! Sabía que ese gesto te demostraría la estima que te tengo... Esta vez no llegué a buscar la montaña ideal en el mapa, ni a ponerme ropa de abrigo, ni... Deseché la idea antes ¿Cómo me mirarías si te diera un bote lleno de aire, por muy puro que fuera éste?

Me ensimismaste

Estaba hecho un lío. ¿Me podría dar Oriente la respuesta? Lo que más me impresionó fue conocer el efecto terapéutico de la tranquilidad y la sonrisa. Y me ejercité para regalarte la mejor de las sonrisas. Me presentaría ante ti y te esbozaría una sonrisa llena de tranquilidad y paz interior. Sería como una luz que te alumbrara. Sería como... Me imaginé frente a ti y me vine abajo; mi sonrisa, tus ojos como platos y tu pregunta inquietante ¿Qué coño le pasa a éste...? Y eso contando con que estuvieras solo. ¡Menuda se armaría si estuvieras en compañía! Miradas cruzadas, risas contenidas, puntas de dedos índices en horizontal sobre sienes... No, no podría ser.

¿Estrenas ropaje...?

Cuando ya estaba desesperanzado me vino la luz; regalarte un pedazo de algo que me hubiera dado felicidad. Eso era. Me sentí bien. Lo planeé. Dormirías en mi casa. Al anochecer iríamos a mi patio en silencio y te mostraría mi almendro cargado de gorriones como supliendo a las hojas que el otoño tardío se llevó. Por la mañana saldríamos y escucharías al mirlo de las primeras luces; solo, con su canto adornando el alba. Un café calentito en mi bar predilecto. Allí cerca de la máquina que lo hace y que templa el ambiente alrededor. Y ya, pasando por Gabia Chica, Alhendín. Otura y Dílar, casi dormidos aún, llegaríamos a la falda de la Sierra. Y a caminar por las sendas del río Dílar; veríamos algunos manantiales, al romero que florece, a la encina dormida y al espino albar que aún desnudo conserva sus frutos rojos. Y la blanca nieve que siempre mira desde lo alto. Nos perderíamos por algunos rincones bellísimos del río. También interiorizaríamos un rato el silencio acariciado por el rumor del agua y algún que otro pajarillo. Y el sol, admiraríamos la luz que alumbra el paisaje para que disfrutemos de los mil colores y del tenue calorcillo que nos regala en los días fríos de invierno.

Sencillez que espera al viento

Después bajaríamos a la vega, dejando ya el Trevenque y los Alayos con las últimas luces antes de que el Veleta se las adueñara por completo. Y por esos caminos de vega aún sin asfalto podríamos oler a tierra mojada si cayera el agua de aquella nube, o veríamos los caquis que todavía se conservan en los árboles o las alamedas desnudas, siempre erguidas buscando las estrellas, adornadas en su suelo con las alfombras de hojas ya bastante deterioradas. Y los nogales, los majestuosos nogales o los pocos fresnos que hay junto al Genil ya cerca del Puente de los Vados... Y atardeciendo te señalaría al cielo para que vieras surcar las bandadas de pájaros camino de no sé dónde... Y ya en la noche veríamos la luna entre la alameda, o a falta de ésta, veríamos las estrellas entre sus ramas desnudas. Un vinillo en Chavarino, al calor de un cante flamenco sería mi final. Soñaba con ese regalo y pensaba que sería darte algo mío, algo que me hace sentir vivo entre tanta podredumbre... ¡Madre mía! Otra vez me arrepentí. Temía escuchar de tu boca; “Menuda paliza me has dado”. No lo hubieras interiorizado como un buen regalo.

Me animáis el otoño

Y seguí, seguí tratando de descubrir cual sería el mejor de mis regalos. Y pensé en algo más tranquilo, más sosegado. Y apareció en mi imaginación el mejor de mis vinillos al lado de la chimenea, con Carlos Cano, Camarón, Paco de Lucía, Mercedes Sosa, flautas andinas... Multicultura. Cogería la botella y los vasillos, pondría la cinta y pararía el tiempo. Y el vinillo y los quejíos o el duende de la guitarra caminando por nuestras entrañas junto a los sentimientos, hurgando en nuestro ser... Y saldrían los momentos; la caricia de tu madre y de la mía, la de tu persona amada, la mirada cargada de años de tu abuelo, la mejor sonrisa que nunca se haya puesto ante ti, la ternura del niño más tierno, la anécdota más simpática, el corazón solidario que más te haya ablandado, la luz que más te haya alumbrado en el camino, el libro que más te ha marcado. La imagen mágica de la humanidad brotaría... Y se iría la botella y vendría otra y asomarían Mairena y Tía Anica la Piriñaca, y esos otros que tanto nos llenaron. Y vaciaríamos nuestra alma que calentaría ya más que el fuego de la chimenea. Y saldrían fuera nuestros demonios y nuestros miedos y nuestras ilusiones y nuestras esperanzas, y pensaríamos en ese mundo que llevábamos dentro y que fuimos incapaces de construir fuera... Pero, ahora que caigo ¿Te gustaba el flamenco? ¿Eras abstemio? ¿Te gustaba el mostillo de Polopos? ¿Eras dado a mostrar sentimientos o más bien considerabas eso una debilidad...? Me hice un lío. ¿Te parecería un sentimental trasnochado? ¿Un borracho...?

¿Sabéis que me enamoráis?

Ahora sí que estaba atrancado. No sabía qué regalarte. Sin saber cómo, me encaminé al Corte Inglés, a tiendas de regalo y a mercadillos. Ojeé libros, música y otras mercancías... Y tuve la idea. Compraría… pero cuando ya tenía en mis manos el objeto, no pude. ¿Cómo podía depender mi regalo del dinero? ¿Cómo podía regalarte el alma o los sentimientos de otro? ¿Cómo podría un hipermercado ser el intermediario entre lo que yo quería para ti y lo que tú desearas...?

¿Cómo puede salir de la tierra tanta beleeza?

Volví a mi casa triste. Y aquí me tienes, sin regalo y sin ideas acerca de él. Eso sí, quiero que sepas que tuve intención de hacerte un regalo en estas fiestas que asoman.

Por Veguita de Graná

El Miércoles 21 de diciembre de 2016

Actualizado el 26 de diciembre de 2016